Los peligros de tener tu propio negro.

¿Oye tu nunca has tenido un negro?

Mi amigo Nicasio Ballestas era uno de esos tipos que tenía un montón de cosas tremendamente buenas como persona y ya no te digo nada como amigo. Además era un tipo que sabía un montón de chistes, cuentos que dicen los cubanos (*). Para cada palabra que pronunciases tenía uno que siempre te soltaba cuando menos lo esperabas y te rompía los esquemas. Te desestresaba rompiendo la monotonía del trabajo y los negocios. Por esas fechas coincidió que viajamos juntos a la isla de Fidel.
Éramos expositores en la Feria Internacional de La Habana. El trabajo en las ferias -aunque no lo parezca es más que cansado, es agotador. Si a esto le sumas el clima de Cuba, los aires acondicionados tan altos que suelen poner, los tragos fuertes y cafés, las bucanero negras, la gente y sus giros de lenguaje, etc, etc. El cóctel era demoledor. A esto le añades los personajes tan diferentes que te visitan y cuentan sus vidas y milagros y -ni que decir tiene- terminas destrozado física y mentalmente. Era Nicasio un tipo que se había auto formado o la vida y sus circunstancias le habían ido formando. Yo le conocía lo suficiente como para notar cuando se le habían agotado las pilas y había que hacer un descanso, un "reseso" que te soltaban por allí, para recargar energía. Una hatuey -cerveza cubana- bien fría podía ser la solución en ese momento.
Decidimos salir del recinto ferial a tomar el refresco en uno de esos kiosquitos que suele haber fuera del recito en todas las esquinas y poder respirar aquel aire no acondicionado pero sí caliente y pegajoso de la isla que de momento te aliviaba pero a los cinco minutos te aplatanaba.
Estábamos sentados en un banco frente al kiosquito y en aquel estado de medio muerto en que estaba Nicasio me dice ¿oye, tú nunca has tenido un negro?. Le miré y le perdoné la vida con la mirada pero pensé: una de Nicasio cuando está agotado y delirante. 
Repitió insistente ¿de verdad que tu nunca has tenido un negro?. Coño, Nicasio, para ya, que hay un montón de negros ahí mirándonos sin poderse llevar un refresquito a la boca.
Y de repente se dirige a uno de los muchachos que vagaban por allí y le dice "oye negro, ¿tú quieres ser el negro de mi amigo, que nunca ha tenido un negro?".
Lo curioso del caso es que el muchacho vino y le dijo, "si claro señol". Pues para empezar tráenos dos bucanero negras del kiosko ¿oka?, y pídete una para ti.
Al momento estaba allí mi negro con las dos bucanero negras. Y Nicasio toca la lata de cerveza y le dice a mi negro. Pero coño negro de mi amigo, ¿tu le has dicho a la muchacha del kiosco que las cervezas son para tu "guana", que no son para tí?. Las cervezas estaban a temperatura ambiente o sea a unos 35 ºC.
Toma llévale las bucanero estas a la kiosquera y dile que son para tu "guana" que no son para tí. Y el muchacho pidió sus disculpas y regresó con las cervezas frías...
Esta historia se repitió a diario la semana que duró la feria. Tan pronto como mi negro nos veía salir del pabellón se nos presentaba con las bucanero bien frías.
Mi negro había estado en la guerra de Angola -allá lo envió Fidel cuando apenas tenía 18 años y con un entrenamiento militar que le dieron en el barco que los llevó a África- y tenía unas cicatrices de medio metro de largas en el pecho y en la espalda, cosidas como se cosían antiguamente los sacos de patatas. 
Losa angoleños que lo machetearon lo dieron por muerto y lo dejaron en la jungla desangrándose. El destino hizo que un campesino lo recogiera y lo llevara al destacamento militar de los cubanos, no sin antes coserle las heridas como Dios le dio a entender, o sea como se cierran los sacos de paratas a la vieja usanza. Ver para creer.
El último día de la feria mi negro nos tenía reservada una sorpresa como regalo de despedida.
Oye mi hermano le dice a Nicasio que tenía más pinta de jefe que yo, ¿no os vais a llevar unos tabacos para España?. No nos podíamos negar y menos yo que había tenido mi propio negro por primera vez en mi vida y aunque no soy fumador -más bien me molesta el humo del tabaco- había que tratar de compensar a mi negro.
Nos dijo que él nos acompañaba a comprar los tabacos a un lugar clandestino que quedaba camino del aeropuerto. Los mejores tabacos de Cuba y al mejor precio. Y mi negrito nos la clavó pero bien con los tabacos que eran sorullos infumables y de paso nos quiso colocar una muchacha para traer buen recuerdo sexual para España. De remate nos puso en el camino equivocado para el aeropuerto... a ver si con un poco de suerte perdíamos el vuelo y teníamos negro unos días más. Bien por mi negrito, se cobró la broma de Nicasio.
Unos días más tarde me acordé de aquello que me dijo Orazal en el Salado: "tu no te fíes nunca de un negro, nunca, el negro siempre te la va a dar, de entrada o de salida, pero te la va a dar" ( https://cuba-periodo-especial.blogspot.com/2020/04/oye-negro.html ) Esto me lo decía a menudo un amiguete negro -no era negro era betún según el afirmaba retratándose- recuérdalo bien, y lo repetía para que nunca se me olvidase.










(*) Una noche el Hotel Copacabana nos trajo J. Sotomayor -si el plusmarquista mundial de salto de altura- a un amigo suyo del equipo de atletismo de Cuba, un amigo suyo negro, gordo inmenso de más de 150 kilos que lanzaba la bola en el equipo nacional de Atletismo de Cuba e hicimos una competición de contar chistes/cuentos. A esto podríamos ganar pero a salto de altura imposible, -aún hoy sigue teniendo Javier el récord mundial- y  a lanzar la bola cualquiera se ponía al lado del amigo de Sotomayor. Nicasio contaba uno y el gordo de la bola le contestaba con otro. Y así durante cuatro o cinco horas mientras iban cayendo las hatuey. Estábamos en el mismo sitio en el que unos meses más tarde algún desalmado puso una bomba y murió un turista italiano. Creo recordar que la competición quedó en empate técnico pero aquello deberíamos de haberlo grabado para los anales de la historia, al menos de la historia de equipo de atletismo de Cuba. Aquella noche batimos los cuatro otro récord de altura: la altura del montón de latas de cervezas hatuey que bebimos los cuatro personajes de la velada. Nicasio y yo no teníamos problema podíamos subir a gatas a la habitación del hotel, estábamos hospedados allí. A Javier le pregunté cómo iban a entrenar al día siguiente: esto se mea rápido fue su respuesta. Y la verdad es que el calor húmedo de La Habana hace que la cerveza te salga por todos los poros del cuerpo aunque estés en un ambiente con aire acondicionado.



continuará....




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