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Mostrando entradas de abril, 2020

Pases de trabajo para jineteras y jineteros.

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Pase de Trabajo personal. Así se llamaban los salvoconductos que los turistas sexuales conseguían para que los custodios de los hoteles no molestasen a sus muchachas o muchachos, que de todo había. No era nada fácil de conseguir pero si tu contacto era un gallego de los que se daba abrazos con Fidel Castro día sí y día también podías darlo por hecho. Y esto era tan fácil como volar y contratar el resto de servicios con la agencia  de viajes de Valeriano. El gallego Valeriano tenía una agencia de viajes en Madrid que canalizaba la mayor parte del turismo español e italiano hacia la isla de Cuba. No solo esto, además era el coordinador de todos los eventos internacionales de Pabexpo y de la feria Internacional de La Habana. Con una tarjeta de la agencia de viajes de Valeriano te pasabas por la oficina de la directora del Comodoro, pongo por ejemplo, y salías con el pase de trabajo para la señorita Ibis, también es un ejemplo. Pero como todo esto era mucho trabajo, Valeriano con el

El pícaro mendigo del Granma

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Armelio: El mendigo de la Calle Obispo Eran los años del “período especial” en La Habana de Fidel y del todopoderoso partido comunista de La Habana. El mendigo de la Calle Obispo vendía a los turistas desde el “Granma” pasando por rosarios como los que llevaba al cuello a cien amuletos para santería y estampitas de la virgen de Regla.   Yo estaba tomando un café en una lujosa terraza de la reformada calle Obispo de la capital de Cuba y sobre la mesa tenía mi Nikon apuntando a los viandantes que pasaban por el lugar. De vez en cuando apretaba el disparador y tomaba instantáneas de los personajes que me parecían más peculiares  entre los muchos que pasaban por el lugar: niños, mirones, gente normal, jineteras y jineteros, buscavidas, el mendigo que voceaba "el Granma el periódico de la revolución con todas las noticias del mundo"… El vendedor del “Granma” pasaba y pasaba voceando el periódico de Cuba y se dio cuenta de que mi Nikon le había guardado en el carrete. El cl

El precio de los médicos de la revolución

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Palmiche no pudo "comprar" a su novia porque era médico. Suena muy mal el titular, pero es la realidad. Palmiche, mi amiguete, se enamoró de Cuba. Se enamoró de Cuba y de múuuuuchas cubanas. Hasta que un buen día se tranquilizó y sentó cabeza con una solamente. Se enamoró loco perdido  de Samira. Tanto se enamoró de su muchacha Samira que hasta se divorció en España de su esposa oficial que ya para entonces de se había marchado con el camarero Pepe y comenzó los trámites para casarse con la cubana Samira. Samira también se enamoró de Palmiche, no me extraña, aunque solo fuese por el físico. Palmiche era un tipo que rozaba el metro noventa, rubio, ojos azules, bien parecido, ¿qué más podía pedir aquella muchacha chiquitaja, feúcha, poca chicha?. En lo físico estaban claras las posiciones de los novios. Luego venía la segunda parte y es que Palmiche era un tipo vacío por dentro. Abría la boca y era para taparte los oídos de entrada y de salida olvidar al instante lo que dec

Propaganda política en vallas: Cuba

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La más provocadora que vi en su momento era aquella inmensa valla de propaganda política frente a la oficina de negocios de los americanos en la ciudad de La Habana. La valla decía "SEÑORES  IMPERIALISTAS  NO LES TENEMOS ABSOLUTAMENTE  NINGÚN MIEDO". El gringo en un lateral de la valla metiento miedo al cubano. En la otra esquina de la valla en guajiro con la escopeta de feria respondiendole: que no les tenemos ningún miedo....! Una vez coincidí en La Habana con varios empresarios -de varios países- que por diferentes motivos habían ido a tomar el sol y otros tragos a la Cuba de los últimos años de Fidel.  Coincidimos exponiendo en la Feria Internacional de La Habana y departimos en cocteles y reuniones. Todos ellos estaban sorprendidos por la propaganda política que se respiraba en cada esquina, en aquellas vallas propagandísticas y en aquel edificio de la embajada de la URSS con el que comienzo este repaso.

¡Oye negro!

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Esta expresión me llamó poderosamente la atención en Cuba. Así llama la atención para cualquier cosa un negro a otro negro o un blanco a un negro y nadie se ofende por temas referentes al color de la piel. Un día mi amigo Orozal, un atlético negro de casi dos metros de negro, simpático y buena persona, me dijo: oye blanquito gallego a mí no me llames negro. Yo nunca le había llamado negro solo cuando no me acordaba de su nombre -extraño para mi- me quedaba pensando y decía oiga este... y él me decía aquí en Cuba se dice "oye negro",  menos a mí que no soy negro, yo soy más que negro, soy betún negro brillante. El buen Orazal, Lázaro en cristiano, era el jefe de cocina en El Salado, enseguida se hacía amigo de todo el mundo por aquel carácter tan amable, bondadoso y dicharachero que tenía. El rápidamente se convirtió en el mejor amigo de Palmiche. Cuando Palmiche llegaba por la mañana a desayunar, Orazal ya le había visto a través de las grandes vidrieras del restaurante

Tertulias y macro concierto en la piscina de mar del hotel Comodoro con "el pincho" en acción

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Detalle de un atardecer  visto desde la piscina natural de mar del hotel Comodoro. Sentados varios amigos en una terracita frente a aquellos atardeceres junto a la piscina natural del Hotel Comodoro el ambiente después de unos tragos nos soltaba la lengua a todos. Y aunque mi amiga Odalis era una privilegiada (*) del régimen -su marido era piloto de Cubana y ella una profesional muy reconocida en la abogacía- y no debía de arriesgar en sus comentarios, lo cierto es que se le escapaban: Los misterios sobre la muerte de Camilo, el suicidio del "Che Guevara" y cómo los Castro lo abandonaron, el asesinato/fusilamiento de Ochoa... No disparen, valgo más vivo que muerto... En estas andábamos cuando el camarero nos informó de que en unos días se iba a celebrar un macro concierto en aquel lugar; Justo allí donde estábamos empezaba el reservado. Y decidimos que ya que era nuestro sitio de todos los días también el día del concierto estaríamos allí. Deberíamos de pagar las ent

Isidoro Malmierca y los bombardeos bacteriológicos y víricos de Cuba por los imperialistas.

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Isidoro Malmierca fue durante una larga época ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, entre otros muchos cargos que desempeñó "el pincho" (*) en el gobierno de Fidel Castro. Isidoro Malmierca (***) Le conocí por azares del destino cuando él dirigía -en una especie de retiro dorado- la publicación "Business Tips on Cuba" pagada por la Unesco. Mi visita era por motivos puramente de negocios relacionados con la mencionada publicación que imprimíamos en Madrid. Lo primero que hacía el ministro retirado era agasajarte con un café al más puro estilo cubano más un añejito (**) y un buen habano que disfrutamos durante un buen rato antes de entrar en la materia que nos traía a su presencia. Yo asistí a la reunión con dos de mis colaboradores en la Isla, cubanos ellos y que casi se "van las patas abajo" cuando nos recibió el caballero. En este largo discurso que nos dio como preámbulo a la reunión una de las cosas que más me llamó la atención fue cuando to

Confesiones de una hija de la Revolución de Fidel Castro

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Me lo contaba sin despecho, sin rencor, eso sí, mirando a los lados por si la pudiera oír alguien de la "seguridad"... Paseando plácidamente a la orilla del mar a primera hora de la mañana. Recuerdo cuando era pequeñita que estábamos en la escuela y sonaba la alarma anti atómica y teníamos que salir corriendo para meternos en el refugio anti-atómico. Y allí permanecíamos un tiempo recibiendo consejos y consignas hasta que volvía a sonar la alarma avisando de que el peligro había pasado. Eran simulacros para tener educada a la población ya desde pequeños. Pero estos simulacros se hacían también en empresas, en hospitales, en cuadras completas, para toda la población... Lo recuerdo como si fuera ayer. De estos refugios quedan muchos aún en la isla. Bunkers que comunicaban los túneles que rodeaban, a la orilla del mar, la parte norte de la isla de Cuba. Construidos en la misma época de los refugios anti atómicos.  Por ese lado de la isla se suponía que llegaría la invasión de