El precio de los médicos de la revolución
Palmiche no pudo "comprar" a su novia porque ella era médico.
Suena muy mal el titular, pero es la realidad.
Palmiche, mi amiguete, se enamoró de Cuba. Se enamoró de Cuba y de múuuuuchas cubanas. Hasta que un buen día se tranquilizó y sentó cabeza con una solamente. Se enamoró loco perdido de Samira. Para entendernos, apellidada cariñosamente Palmichova.
Tanto se enamoró de su muchacha Samira que hasta se divorció en España de su esposa oficial que ya para entonces se había marchado con el camarero Pepe y comenzó los trámites para casarse con la cubana Samira.
Samira también se enamoró de Palmiche, no me extraña, aunque solo fuese por el físico. Palmiche era un tipo que rozaba el metro noventa, rubio, ojos azules, bien parecido, ¿qué más podía pedir aquella muchacha chiquitaja, feúcha, poca chicha... Como decía un amigo común todas las efes tenía, era fea, flaca, fofa... Pero lo cierto es que era un cielo de mujer. En lo físico estaban claras las posiciones de los novios.
Luego venía la segunda parte y es que Palmiche era un tipo vacío por dentro. Abría la boca y era para taparte los oídos de entrada y de salida olvidar al instante lo que decía. Como se solía decir abría la boca y subía el pan. Pero eso sí, por lo demás era buena persona.
La segunda parte de Samira es que aquella poca cosa física -metro y medio de fea con avaricia, casi un remedio contra la lujuria le dije un día a Palmiche y casi perdemos la amistad- había conseguido doctorarse en Medicina en la Universidad de La Habana. Y trabajaba en un hospital cuando el transporte se lo permitía o las exigencias amorosas de Palmiche. Según ella tenía siempre los permisos de sus superiores. Mi hija la conoció un buen día que me acompaño en uno des mis viajes a la isla de Fidel y también decía que era "muy maja".
El valor (en USD/$) de un/a médico cubano
Esta circunstancia profesional de Samira -ser médico- fue la que terminó rompiéndoles el amor.
La otra circunstancia era que Palmiche se bebía hasta el agua de los floreros si le olía remotamente a alcohol y su novia solamente bebía la bebida del enemigo -así llamaban los revolucionarios de la Isla- a su bebida favorita: la coca cola.
Palmiche terminó cerrando la agencia de viajes que tenía en Madrid y viviendo de lo que cobraba del desempleo. Su situación económica no era muy mala pero comenzó a complicarse cuando su madre se fue enterando de sus andanzas en Cuba y le cerró el grifo tanto que ni le daba para las medicinas, se inyectaba insulina a diario, que necesitaba para su diabetes crónica. Bueno no le daba nada oficialmente pero bajo cuerda, todos sabemos cómo es una madre...
Por otra parte el piso que su padre le regaló para vivir cuando se casó tenía una cláusula por la que él no podía ni venderlo ni hipotecarlo, o directamente era de su padre, nunca llegué a saber la realidad. El cualquier caso, su padre, un importante hombre de negocios con una economía muy saneada sabía muy bien cómo era su hijo y lo tenía todo bien atado. Todo esto hizo que sus viajes a Cuba a ver a su enamorada se fuesen haciendo cada vez más de tarde en tarde. Hasta que casi se suspendieron por un obstáculo insalvable: El Gobierno de Fidel Castro cobraba 10 millones de pesetas por sacar a Samira de la isla dada su condición de médico.
Por más que Palmiche paseó despachos en Cuba no consiguió "comprar por amor" a su amada.
Palmiche, mi amiguete, se enamoró de Cuba. Se enamoró de Cuba y de múuuuuchas cubanas. Hasta que un buen día se tranquilizó y sentó cabeza con una solamente. Se enamoró loco perdido de Samira. Para entendernos, apellidada cariñosamente Palmichova.
Tanto se enamoró de su muchacha Samira que hasta se divorció en España de su esposa oficial que ya para entonces se había marchado con el camarero Pepe y comenzó los trámites para casarse con la cubana Samira.
Samira también se enamoró de Palmiche, no me extraña, aunque solo fuese por el físico. Palmiche era un tipo que rozaba el metro noventa, rubio, ojos azules, bien parecido, ¿qué más podía pedir aquella muchacha chiquitaja, feúcha, poca chicha... Como decía un amigo común todas las efes tenía, era fea, flaca, fofa... Pero lo cierto es que era un cielo de mujer. En lo físico estaban claras las posiciones de los novios.
Luego venía la segunda parte y es que Palmiche era un tipo vacío por dentro. Abría la boca y era para taparte los oídos de entrada y de salida olvidar al instante lo que decía. Como se solía decir abría la boca y subía el pan. Pero eso sí, por lo demás era buena persona.
La segunda parte de Samira es que aquella poca cosa física -metro y medio de fea con avaricia, casi un remedio contra la lujuria le dije un día a Palmiche y casi perdemos la amistad- había conseguido doctorarse en Medicina en la Universidad de La Habana. Y trabajaba en un hospital cuando el transporte se lo permitía o las exigencias amorosas de Palmiche. Según ella tenía siempre los permisos de sus superiores. Mi hija la conoció un buen día que me acompaño en uno des mis viajes a la isla de Fidel y también decía que era "muy maja".
El valor (en USD/$) de un/a médico cubano
Esta circunstancia profesional de Samira -ser médico- fue la que terminó rompiéndoles el amor.
La otra circunstancia era que Palmiche se bebía hasta el agua de los floreros si le olía remotamente a alcohol y su novia solamente bebía la bebida del enemigo -así llamaban los revolucionarios de la Isla- a su bebida favorita: la coca cola.
Palmiche terminó cerrando la agencia de viajes que tenía en Madrid y viviendo de lo que cobraba del desempleo. Su situación económica no era muy mala pero comenzó a complicarse cuando su madre se fue enterando de sus andanzas en Cuba y le cerró el grifo tanto que ni le daba para las medicinas, se inyectaba insulina a diario, que necesitaba para su diabetes crónica. Bueno no le daba nada oficialmente pero bajo cuerda, todos sabemos cómo es una madre...
Por otra parte el piso que su padre le regaló para vivir cuando se casó tenía una cláusula por la que él no podía ni venderlo ni hipotecarlo, o directamente era de su padre, nunca llegué a saber la realidad. El cualquier caso, su padre, un importante hombre de negocios con una economía muy saneada sabía muy bien cómo era su hijo y lo tenía todo bien atado. Todo esto hizo que sus viajes a Cuba a ver a su enamorada se fuesen haciendo cada vez más de tarde en tarde. Hasta que casi se suspendieron por un obstáculo insalvable: El Gobierno de Fidel Castro cobraba 10 millones de pesetas por sacar a Samira de la isla dada su condición de médico.
Por más que Palmiche paseó despachos en Cuba no consiguió "comprar por amor" a su amada.
Y un buen día su amada no apareció más en su casa sin ventanas de la zona de Cojímar ni tampoco volvió a coger el teléfono.
Pasado un tiempo, un par de años, Palmiche fue encontrado muerto en su casa de Madrid -en tiempos su nidito de amor con Pauli-. Cuando la abrieron su casa los bomberos porque los vecinos se quejaban del olor que salía de allí. Los bomberos echaron la puerta abajo y entraron encontrando a Palmiche muerto en el suelo boca abajo. Intentaron darle la vuelta al cadáver para identificarlo y en ese momento Palmiche ardió de tal forma que los bomberos tuvieron que abandonar apresuradamente el lugar para llegar con sus extintores y en ese momento Palmiche ya era solo cenizas. Me lo contó su vecino que tenía un negocio cerca de mi oficina en Madrid.
A los pocos meses de esto murió también el padre de Palmiche dejándole una herencia de más de 50 millones y varios pisos y locales.
Traté de ponerme en contacto con Samira y me dieron su contacto en Suecia donde se había casado con un griego. Conseguí localizarla en las redes sociales en las que se mueve como pez agua, no sé si es que ahora en vez de médico es "influencer". Ella seguía enamorada de Palmiche pero se vendió al griego que se la compró a Fidel. No perdía el tiempo la muchacha-médico de las 3F (fea, flaca y fofa), pero muy lista ella.
Epitafio de Palmiche.
Una nota de sucesos en un periódico madrileño dio la noticia: UN INCENDIO CALCINA UN CADÁVER en el Barrio de Pacífico al lado del Puente de Vallecas.
Hoy, muerto ya Fidel, la revolución sigue en la Isla Grande de el Caribe y los médicos siguen siendo una mercancía en venta a otros países. Algunos -los menos- consiguen salir buscándose otros trucos. Pero la mayor parte de los que salen son alquilados a otros países reportando buenos dividendos a PCC de la revolución. Y por cierto a ellos les pagan una miseria.
continuará...
Pasado un tiempo, un par de años, Palmiche fue encontrado muerto en su casa de Madrid -en tiempos su nidito de amor con Pauli-. Cuando la abrieron su casa los bomberos porque los vecinos se quejaban del olor que salía de allí. Los bomberos echaron la puerta abajo y entraron encontrando a Palmiche muerto en el suelo boca abajo. Intentaron darle la vuelta al cadáver para identificarlo y en ese momento Palmiche ardió de tal forma que los bomberos tuvieron que abandonar apresuradamente el lugar para llegar con sus extintores y en ese momento Palmiche ya era solo cenizas. Me lo contó su vecino que tenía un negocio cerca de mi oficina en Madrid.
A los pocos meses de esto murió también el padre de Palmiche dejándole una herencia de más de 50 millones y varios pisos y locales.
Traté de ponerme en contacto con Samira y me dieron su contacto en Suecia donde se había casado con un griego. Conseguí localizarla en las redes sociales en las que se mueve como pez agua, no sé si es que ahora en vez de médico es "influencer". Ella seguía enamorada de Palmiche pero se vendió al griego que se la compró a Fidel. No perdía el tiempo la muchacha-médico de las 3F (fea, flaca y fofa), pero muy lista ella.
Epitafio de Palmiche.
Una nota de sucesos en un periódico madrileño dio la noticia: UN INCENDIO CALCINA UN CADÁVER en el Barrio de Pacífico al lado del Puente de Vallecas.
epitafio de Palmiche
continuará...
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