El pícaro mendigo del Granma

Armelio: El mendigo de la Calle Obispo

Eran los años del “período especial” en La Habana de Fidel y del todopoderoso partido comunista de La Habana.

El mendigo de la Calle Obispo vendía a los turistas desde el “Granma” pasando por rosarios como los que llevaba al cuello a cien amuletos para santería y estampitas de la virgen de Regla.  

Yo estaba tomando un café en una lujosa terraza de la reformada calle Obispo de la capital de Cuba y sobre la mesa tenía mi Nikon apuntando a los viandantes que pasaban por el lugar. De vez en cuando apretaba el disparador y tomaba instantáneas de los personajes que me parecían más peculiares  entre los muchos que pasaban por el lugar: niños, mirones, gente normal, jineteras y jineteros, buscavidas, el mendigo que voceaba "el Granma el periódico de la revolución con todas las noticias del mundo"…





El vendedor del “Granma” pasaba y pasaba voceando el periódico de Cuba y se dio cuenta de que mi Nikon le había guardado en el carrete. El clic del obturador me delató. Tenía el oído fino el mendigo. En ese momento se dio cuenta de que yo era un cliente de su periódico o de sus chismes que amontonados llevaba colgados por todo su cuerpo. 
Yo le dije que si pero a cambio de que se tomase un café conmigo, era una condición “sine qua non”.
Casi hubo que hacer un escrito al gobierno de los Castro para que en Armelio -así se llamaba el mendigo disfrazado- tomase un café conmigo, pero lo conseguimos. El vendió su “Granma” y yo supe lo que quería.
Y haciendo la película corta: El hombre vivía a más de una hora del centro de la ciudad y todos los días venía andando a hacer su trabajo. Se disfrazaba descaradamente de mendigo para poder vender mejor su producto hasta el punto de que solo llevaba un zapato y en el otro pie vestía un calcetín roto. Y se alzaba un poco el viejo pantalón para mostrar mejor le disfraz…
No es fácil me contaba, hace un tiempito, se preparaban tremendas manifestaciones frente a la Embajada de España protestando por no sé qué historia. Y el caso es que yo tenía que dar un rodeo de casi una hora para poder evitar aquella pila de gente y esto duró más de  un mes. ¿Solución?: al segundo día yo era un mendigo cojo que armado con mis muletas atravesaba por el medio de todos aquellos manifestantes y llegaba normalmente a mi casa.
¿Y Vd cree en todo eso que cuenta el Granma día tras día? le pregunté. Me contestó: A mi la venta del Granma me permite comerciar en esta privilegiada calle Obispo, la mejor para mi negocio en Cuba. Yo no tengo más que una mínima pensión que no me llega para adquirir los insumos más básicos.







continuará....




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