La Venus de La Habana
Fonsi coincidió con Tony en la Agencia de viajes de Madrid que llevaba a Cuba el grueso del turismo europeo hacia la isla de Cuba. Uno viajaba por placer y vacaciones y el otro por trabajo. Los presentó Berto el coordinador encargado por la agencia de los viajes a la isla grande del Caribe. Berto se puso a su servicio para cualquier problema que pudieran tener en la isla de Fidel. Les informaba confidencialmente para atenderles en cualquier capricho extra que se quisieran dar en su viaje para que este fuese de su total satisfacción. Los colocó en el vuelo en asientos juntos para hacerles el viaje más ameno. Fue durante el vuelo cuando se empaparon el uno del otro de sus confidencias. Fonsi le confesó que iba a pasar un mes en la isla con “La Venus de la Habana”. La bautizó así porque no era capaz de recordar aquel nombre tan raro de la muchacha. También porque era la mujer más bonita que había conocido en su vida. Quedaron para verse algún rato para tomar algo en la plaza de la catedral. Fonsi, sin él saberlo, era el novio núm. 9 de la pinareña.
Tony que ya llevaba varios años viajando a la Isla por
motivos de negocios escuchaba, como buen vendedor, las motivaciones amorosas
que llevaban a Fonsi a la Isla de los Castros.
Fonsi disfrutaba de una buena posición social que le
permitía delegar en su director comercial la marcha de su saneado negocio de
muebles en la carretera de Toledo y así, cuando se lo pedía el cuerpo se pasaba
un mes de relax en la isla grande del Caribe siempre acompañado de su amiga
Nurbis y realmente estaba enamorándose de la chica de Pinar del Rio.
La Venus de La Habana se daba todos los caprichos que
se pueda una joven imaginar en una isla que disponía de todas las herramientas
que se necesitan para hacer felices a los turistas. Buenos hoteles, buen clima,
buena comida y bebida -solo para los turistas-, buenas playas, buena música,
buenas discotecas, buenas y amables compañías, gente encantadora y con ganas y
necesidad interesada de agradar. Y todas las circunstancias que rodean al mundo
del turismo para que los clientes vuelvan satisfechos a sus lugares de origen y
con ganas de volver a la Isla de la Revolución de Fidel.
El mundo de los cubanos de a pie era el de los parias
que el gobierno manejaba a su antojo, bajo mínimos; los mínimos justos para una
supervivencia al límite del aguante del cuerpo humano, la supervivencia más
crítica imaginable. Nadie lo puede imaginar si no vive unos días en la casa de
un cubano en La Habana.
Nulbis, la Venus de La Habana, la hija de El Capitán
de Pinar del Rio, aunque cubana de nacimiento, era siempre una turista más al
lado de su novio de turno. "Aparcaba" temporalmente, pero cerca, a su
marido de conveniencia cubano -el “mohón”- por si en cualquier momento lo pudiera
necesitar y se dedicaba por completo a su trabajo, bien remunerado por cierto,
de novia de su novio de turno. Generalmente lo cuadraba todo para que fueran
meses completos los que disfrutaba y cobraba de cada uno de los novios y así no
había problema. Llevaba una agenda muy bien planificada aunque a veces -por
excepción- alguno de los novios no era cien por cien obediente y le causaba
algún desajuste. Este desajuste se arreglaba poniendo a su empresa -madre,
amigos, parientes, etc. etc.- a trabajar. Procuraba dejar un par de días entre
novio y novio para descongestionar su mente y no parlotearle en francés al
italiano o en alemán al inglés o al español en sueco. En cualquier caso por si
tenía algún fallo de lenguaje “ella, casi políglota, estaba estudiando idiomas
y a veces se le iba la lengua a otro idioma por los estudios que aún no
dominaba del todo”.
Por estas fechas le tocaba de novio de turno a un
ciudadano español, gran vividor él y además muy amigo de practicar deportes
náuticos, afición que le gustó a Nulbis de inmediato. Esto le permitía
relacionarse con el selecto grupo de turistas que acudían a la Marina
Hemingway. Era este un turismo muy diferente al turismo que acudía a los
típicos hoteles del turismo más masificado del resto de La Habana y Varadero
principalmente.
Un buen día Fonsi -así se llamaba el novio Español- le
propuso a Nulbis ir a la Marina Hemingway para que le viese hacer esquí
acuático, una de sus aficiones de las que disfrutaba solamente en verano en el
Pantano de San Juan, una de las playas de Madrid, en el extremo occidental de
la Comunidad Autónoma de Madrid. En la Marina Hemigway con aquel agua tan
calentita y aquella tranquilidad se podía practicar el esquí en cualquier mes
del año, casi hasta cuando pasaban los ciclones.
Fonsi mostró a su Venus de La Habana sus habilidades
esquiando en el mar de aquel lugar tan bonito, como es el entorno de la famosa
Marina Hemingway. Tanto de gustó a Nulbis la exhibición del novio que le
propuso a este contratar un cursillo acelerado de aprendizaje de esquí náutico
para ella. Y el novio no pudo negarle al capricho a la pinareña que a duras
penas sabía nadar. Así las cosas cuadraron el día del cursillo con el personal
de la marina para que Nulbis aprendiera a hacer esquí acuático. La Venus de La
Habana podría ser todo un espectáculo contoneándose en aquellas maravillosas
aguas del entorno de la famosa marina de La Habana, que llevaba el sobrenombre
del ganador del Premio Nobel de literatura con su novela (entre otras) escrita
en Cuba y fiel fotografía de un viejo pescador cubano "El Viejo y el
Mar".
Todo el mundo, personal de servicio, custodios,
clientes, encargados de mantenimiento en la Marina Hemingway se enteró de que
al día siguiente Nulbis se iba a convertir en la primera Venus esquiadora de La
Habana haciendo maravillas sobre aquellos esquís que tan bien manejaba su novio
Fonsi, el de Fuenlabrada Madrid.
Llegó el día de probarse el traje de esquí y
complementos. Nulbis lucía un neopreno especial que le costó un ojo de la cara
a su novio, además de un casco también especial, unos guantes maravillosos, un
chaleco salvavidas que resaltase su figura de Venus de La Habana y unas tablas
a juego para que nada desentonase en aquel día tan grande para ella.
Antes de empezar la primera clase práctica, todo el
mundo en la Marina Hemingway se enteró de la hazaña que Nulbis iba a protagonizar.
Ella se encargó de darle buena publicidad a su evento. Hay que reconocer los
méritos de la pinareña, además de un bellezón era una muy buena relaciones
públicas. A día de hoy habría sido una maravillosa influencer.
Los monitores/instructores y el patrón de la lancha
que la iban a acompañar en la hazaña estaban lo suficientemente bien
"engrasados" por el novio de la Venus de La Habana para que la alumna
terminase sus clases con matrícula de honor. Hasta el novio estaba convencido
de que su deslumbrante amada conseguiría, como en todo lo que hacía, lucirse
ante la expectación que había creado en toda la Marina Hemingway.
Los preparativos fueron como si de la boda de una
princesa se tratara. Ya estaba preparada una fiesta para la celebración del evento,
por todo lo alto, para todo el personal de la marina a la tarde-noche
siguiente. Allí no faltaría de nada, vamos que el novio había tirado la casa
por la ventana con tal de ver feliz a su Venus. Como si de una boda se
tratara.
Y llegó el momento de elegir la ubicación de las
clases para que los espectadores pudieran disfrutar de la clase magistral que
coronaría a Nurbis como la Venus marina y esquiadora de la Marina
Hemingway.
Los monitores conocían la Marina como la palma de sus
manos. Si bien nunca se les había dado el caso de una clase magistral de este
nivel. En el evento iban a ganar más que lo que gana un médico salvando vidas
en el Hospital General de la Habana durante un año. Esta motivación era lo que
más felices les hacía. Se daban palmas hasta con las orejas que diría un
castizo de Fuenlabrada.
Finalmente comenzó la parafernalia de embutirse Nulbis
en el neopreno, ponerse el casco, ajustarse el chaleco salvavidas -eso sí,
de tal forma que resaltase su belleza- y hacer una serie de ejercicios que los
monitores le fueron enseñando para entrenar su preciosos músculos. Todo esto
bien seguido a corta distancia por el novio para que su preciosidad no sufriese
ningún tirón muscular o desvanecimiento del que pudiera salir dañada.
Todo listo, la llevó el novio hasta la pista acuática
del cursillo en una moto de agua desde la que la iba a filmar para así dejar
constancia del acontecimiento. Y tras los arrumacos de rigor para demostrar que
era su novia y era su bolsillo el que sufragaba todo aquel montaje, la dejó en
el agua al cargo de los monitores como si de una joya invaluable se tratara.
Los monitores se tomaron su tiempo para enseñar a
Nulbis los movimientos precisos para conseguir el primer objetivo que es salir
del agua sin resultar accidentada. Le indicaron cómo en caso de no conseguirlo a la primera, debería de soltar de inmediato el
manillar de la cuerda transportadora que la pasearía por La Marina.
Primero le enseñaron a flexionar las rodillas y los
brazos: Con la ayuda del conductor de la lancha, flexiona las rodillas y
empuja hacia arriba para levantarte del agua, etc., etc. Una vez arriba todo es
cuestión de equilibrio.
Nulbis solamente pensaba en cuán bella iba a quedar en
las imágenes que iba a filmar su novio español. Si su novio gordito madrileño
era capaz de hacer aquellas piruetas en el agua para ella ese trabajo sería
coser y cantar.
Llegó la hora de la verdad y a la primera intentona
soltó la cuerda como le gritaron los monitores que no se separaban de ella y le
indicaban lo que tenía que hacer. No consiguió avanzar ni siquiera unos
centímetros. Los monitores le gritaba que todo iba bien, que era normal. ¡Que
ánimo!
Al quinto o décimo intento con el mismo resultado del
primero, ya estaba mareada de tantas indicaciones y decidió de motu propio no
soltar la cuerda, lo que le costó tragar unos litros de agua, pero avanzó sin
levantarse del agua, a modo de torpedo humano, unos par de metros.
STOP: Descanso, consejos de los monitores y a la
tarea.
En un nuevo intento, pasado un buen rato recibiendo
instrucciones de los monitores, siguió haciendo lo que le pedía el cuerpo y
nuevamente metió a su cuerpo unos litros de agua más, asustando además a los monitores
que decidieron abortar la master class dándose por vencidos ante la posibilidad
de que la guajira Venus de la Habana tuviera un accidente serio o se les
ahogase en la archi famosa Marina Hemingway. Si esto sucedía, los monitores no
solo perderían su trabajo sino que caerían presos, el tema era muy serio.
El siguiente paso fue llevarla de urgencias a un
hospital privado para turistas para que la ayudasen a expulsar de su cuerpo
todo el agua que había bebido involuntariamente en la Marina haciendo de
torpedo humano.
A las dos o tres horas de salir del hospital se
pasaron por el hotel pero aún estaban muy asustados la pareja feliz. Se
relajaron un buen rato y tras el descanso decidieron volver a la Marina
Hemingway para comunicar a sus comparsas que la fiesta del día siguiente seguía
en pie para celebrar nada, pues no había nada que celebrar, solo para
"guarachar" y seguir los planes previstos como si nada hubiera
sucedido. Todo el mundo en la marina había apreciado el esfuerzo que Nulbis
había hecho. Y habían aplaudido efusivamente el resultado calamitoso de la
master class para dar ánimo a la alumna: Nadie nace sabiendo la consolaban.
Al día siguiente, efectivamente se montó el fiestón,
sin que faltara de nada como si de una boda se tratara pero sin cura ni contrayentes
solo los novios Nulbis-Fonsi y los invitados; Estos últimos eran los amigos de
la Marina Hemingway y el equipo de monitores de esquí acuático que tan poco
éxito habían tenido en su clase de iniciación con la Venus de la Habana.
Ya bien entrados en tragos los monitores de esquí
propusieron a Nulbis retomar las clases. Esta, que aún saboreaba los amargos
tragos de agua que se había llevado puestos al hospital y que casi la envían al
otro mundo a apagar las llamas del infierno con lo que a ella le salía del
cuerpo, se negó en rotundo a repetir la embarazosa experiencia. Pasó página
como como si de un episodio intrascendente se tratase y lo envió al cajón del
olvido. El esquí acuático se lo quedaba para presumir de novio.
Pero el capitán del equipo de monitores de esquí en un
gesto de agradecimiento por los servicios "bien cobrados" y por el
fiestón que estaban disfrutando tuvo el detalle de dejarla invitada a un paseo
en moto acuática de parte del equipo para celebrar sus atenciones y su belleza.
Su novio podría aprovechar la ocasión para realizar una buena sesión fotográfica.
Estos halagos emocionaron a Nulbis y no le quedó más remedio que aceptar, eso
sí, dejando pasar unos días hasta que el susto del esquí acuático se le fuese
un poco de la memoria.
Llegó el día planeado y Nulbis se volvió a poner su
neopreno y su chaleco salvavidas -sin casco para poder lucir su preciosa melena
rubia- y el capitán la sacó a pasear en la moto acuática por la marina. A lucir
sus encantos y su cabellera para su novio, convertido en fotógrafo del momento
y para su gran número de admiradores. Tanto disfrutó del paseo en la moto
acuática que hasta le pidió al capitán del equipo de esquí de la marina que la
dejase pilotar la moto a ella. El capitán, babeando como estaba, paseando a la
Venus de la Habana en su moto, no tuvo más remedio que acceder a su petición.
La colocó a ella delante y con todas las precauciones la abrazó por detrás y se
aseguró de tener acceso al acelerador de la moto y al corte del contacto
automático.
La experiencia le resultó a la guajira tan excitante
que al día siguiente le pidió a su novio repetir la experiencia con ella de
piloto y él de pasajero invitado. El novio que no le negaba ningún capricho a
su amor accedió de inmediato y al día siguiente le concedió el capricho que la
llevó al hospital tras estrellarse con la moto acuática. Esta vez sí, con un
resultado alarmante: La Venus de la Habana con un montón de costillas rotas, la
columna con fracturas varias, múltiples roturas de huesos en piernas y
brazos... y en fin un poema. Más de medio año hospitalizada. Más de medio año
que el novio pasó retenido por el Gobierno de Fidel Castro pagando los arreglos
de la moto acuática estrellada, de la muchacha hospitalizada y otros
desperfectos...
Más de medio año de la muchacha pensando como rehacer
su vida de "12 novios más el de repuesto". Más de medio año de
la madre de la Venus de La Habana paseando a sus novios ya que supuestamente la
hija estaba en una misión comercial en el extranjero que le había encomendado
el gobierno de Fidel. Pero no había que dejar a los novios sueltos por La Habana
en manos de la competencia.
El susto de Nulbis tras el medio año de meditación
profunda en el hospital fue tan grande que ahí fue donde decidió que le debería
de dar el "sí quiero" al novio número 7. Según sus cálculos fríos era
el mejor posicionado de su lista para empezar una vida nueva.
Y Nulbis se casó y emigró a Ginebra (esto daría para una
novela entera -el novio número 7-).
Se casó después de haberse convertido en “la
Venus de la Habana”.
Pero desde Suiza, en el poco tiempo que duró el matrimonio, se las
arreglaba para volver periódicamente a La Habana porque no conseguía dominar
aquel clima helvético tan duro; o la mamá -la celestina- estaba enferma, o el
papá no estaba lo suficientemente borracho o le había dado otro hermanito con
alguna mamá nueva. Estas eran las justificaciones que le ponía a su flamante
esposo para ir a atender a alguno de los 12 viejos novios que se ponía un poco
pesado o le traía algún regalo muy especial. Estaba bien informada de la agenda
de su marido y sabía de la llegada de algún jeque árabe que venía a ponerse
unos dientes de oro y ese trabajo no lo cambiaba por un viaje a La Habana para
acompañar a su amada, se fiaba de la información que le facilitaba su suegra,
la celestina...
cont...
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