El Rey Vallecano de La Habana

 "Imprentero" de profesión. 

Caye era "imprentero" de profesión. Trabajaba mucho para un cliente que a su vez hacía trabajos de imprenta como intermediario para instituciones oficiales de la Isla de Cuba. Este cliente de Caye también les vendía a los cubanos otros muchos artículos como por ejemplo Mercedes rescatados de la chatarra en Alemania que embarcaba en contenedores para la Isla. El negocio era bueno porque solía vender basura a precio de oro aunque a veces se le iba un pico en mordidas. 

El cliente era además amigo personal de Caye. Un buen día vio la chatarra que Caye estaba arrinconando, ya que este estaba actualizando el taller y le propuso: "todo esto para Cuba". Caye no lo pensó dos veces y a los contenedores y para Cuba.

La condición era que a los cubanos había que dejarles la maquinaria funcionando para terminar de cobrar, a lo que Caye asintió porque eran todos esos hierros que no se rompen nunca y que él con sus propias manos había montado y desmontado cientos de veces. 

Esas máquinas, alemanas de origen, solo tienen un problema. El problema es que necesitan mucha mano de obra y que son poco productivas. El problema estaba resuelto en Cuba: exceso de mano de obra barata y poco trabajo para las máquinas de encuadernar que les vendía Caye.

La segunda parte fue que Caye en Vallecas nunca había visto una mulata. Llegó a La Habana y todas las mulatas le amaban y él -gran macho ibérico donde los haya- no podía defraudar a ninguna.

Y tanto se aficionó Cayo a La Habana y a sus mulatas que montó y desmontó aquella maquinaria-chatarra tantas veces en el taller de Cuba que hasta los torpes y vagos operarios cubanos que eligió el mismo, entre los protectores de sus mulatas, se conocían las máquinas de memoria como si hubieran sido amigas suyas de toda la vida o ellos mismos las hubiesen inventado aunque tuviesen patente alemana, ya caducada por cierto de lo viejas que eran.

Las mulatas consiguieron que Caye al que apodaban "El Rey Vallecano de La Habana" prolongase su estancia en la isla por tiempo casi indefinido.

Caye disfrutaba de una buena salud económica gracias a un golpe de buena (*) suerte que le había dado la vida y por esta razón se podía permitir el lujo de permanecer en la Isla de Fidel disfrutando de los mejores hoteles y teniendo a su alrededor un enjambre de mulatas a diario.

Lo que le reportó el negocio se lo gastó cien veces en mulatas y ron. 

Total, que Caye se aficionó a La Habana hasta que tuvo que darle la alternativa a su hijo Cayito porque aquello se le iba de la mano y tenía miedo de morir tísico o de cirrosis hepática ya que no era sangre sino Habana Club lo que corría por sus venas.

Y como de tal palo tal astilla Cayito tomó el relevo de su progenitor por una temporada y cayó en la mismísima rutina de su padre. Heredó el puesto de asesor de la puesta en marcha de las chatarras y a la vez heredó las mulatas de su padre y algunas más porque era más joven y también se hizo cliente vip del Habana Club. El no era el rey era el "Principito Vallecano de La Habana".




(*) antecedentes de "El Rey Vallecano de La Habana"

https://cuba-periodo-especial.blogspot.com/2020/07/jineteras-jineteros-y-jineteando.html


continuará...





Calendarios muy diferentes




Comentarios

Entradas populares de este blog

Nulbis y sus 13 novios oficiales, más los de repuesto...

El novio número 7 de la pinareña

El gallego Palmiche y Triscornia