Varios temas aún a medias...
Tremendo mojón
Fresas y Chocolate. Coincidencia en un Vuelo Madrid-La Habana con uno de los protagonistas -tremendo mojón- de la película Fresas y Chocolate. Y tremenda borrachera -tal vez la altura o el exceso de tragos o ambas cosas a la vez- porque el hecho de que sea mojón no quita para que le guste chuparle el rabo a la jutía.
La seguridad de Fidel Castro. Palacio de Convenciones de La Habana.
Pedro y varios amigos más acudimos al Palacio de Convenciones de la Habana a disfrutar del orador Fidel Castro, el comandante, en riguroso directo durante varias horas para la tv cubana.
Lo curioso del caso es que por una de las puertas laterales accedimos al Palacio de Convenciones y pasamos el control de seguridad mostrando el recordatorio de la comunión de una sobrina de mi amigo Pedro. No sé si es que la seguridad estaban más borrachos que nosotros o es que deseaban quitarnos de encima para seguir en su jodedera, como suele decir los cubanos.
Fidel estaba comenzando su discurso prometiendo que su afonía le iba a obligar a ser breve. Su afonía se curó y nos tuvo una hora y pico escuchando su perorata. La pandilla que a entramos al recinto teníamos a Fidel Castro a tiro de piedra... Más tarde en la recepción privada con vino español personalmente nos "reprochó" el dictador tras un abrazo personal a cada uno que éramos unos pícaros que intentamos perdernos la mitad de su discurso... Tenía sentido el humor. Nuestro valedor era íntimo del dictador todo hay que decirlo. Razones de peso había: nuestro valedor llevaba a las arcas de Fidel más del 90% del turismo que la isla recibía de Europa. Sin hablar de otros negocios.
Pedro: turista sexual en La Habana
Pedro hacía escala en La Habana para ir a comprar memorias para la fabricación de sus modem a Miami vía Cancún. El negocio era tan próspero que se permitía pasar 15 días a todo tren en La Habana. Zorreando sin reposo en los hoteles más lujosos de la capital de la Isla grande del Caribe. Sobre todo en los que tenían las discotecas más de moda en el momento: Riviera, Cohiba, Nacional, Habana Libre, Comodoro, Copacabana, Neptuno, entre otros...
Para más inri sus muchachas las pagaban los cubanos porque con las memorias que compraba en Miami montaba equipos modem en Madrid que vendía a Cuba y que le servían para pagar sus caprichos de jinetero redomado.
Recuerda Palmiche un día que Pedro de dejó tirado con tres muchachas en un carrito cubano con chofer que les llevaba de un lada para otro. Las muchachas -muy cariñosas ellas- le llenaron el cuello de besos con esos labios llenos de carmín pegajoso rojo sucio. A la mañana siguiente el carmín no se le quitaba ni con un estropajo y pensó que alguna enfermedad tropical rara le habían pegado. Tanto es así que llamó a los servicios médicos del hotel...
Sotomayor, aún plusmarquita mundial de salto de altura
Palmiche conoce a Javier Sotomayor en el Hotel Copacabana. Le llevaba por encargo de un periodista freelance una maleta llena de ropa para las amistades del plusmarquista mundial de salto de altura. Este periodista freelance fué a La Habana a hacer un reportaje sobre la vida y milagros de Sotomayor encargado por un periódico de Madrid de tirada nacional. De vuelta a Madrid coincidió con Palmiche en el avión y salió la conversación y el encarguito para el siguiente viaje de Palmiche a La Habana que era en 15 días.
Quedó Palmiche una tarde con Sotomayor en el H. Copacabana, en el vestíbulo del bar que estaba a la derecha de la recepción, en el mismo lugar en el que dos años más tarde murió un turista italiano por el estallido de una bomba casera.
La cosa es que el plusmarquista mundial de salto de altura acompañado de un gordo enorme, cuyo nombre no recuerdo y que era el plusmarquista cubano de lanzamiento de bola, entablaron conversación con Palmiche y terminaron con las existencias de botes de cerveza Hatuey y después con las existencias de los botes de heineken. En un momento Palmiche les preguntó ingenuo ¿y mañana como vais a entrenar? Esto se mea sobre la marcha le respondió el gordo y Javier sonrió socarronamente. Por cierto aquel gordo de cuyo nombre no me acuerdo sabía tantos chistes -cuentos los llaman los cubanos- como Diego el amigo de Palmiche e hicieron una especie de competición a ver quien contaba más. Los de Diego Ballestas eran mejores pero los del atleta cubano los escenificaba con una gracia insuperable, movía la cara, la tripa sebosa, los gemelos que parecían jamones de jabugo... una por otra, empataron. A cervezas ganó el gordo, seguido de Javier.Por supuesto que Palmiche se enteró -las lenguas estaban más engrasadas que el cerebro- de todo lo que nunca le contó Sotomayor al periodista freelance enviado por la prensa española: la verdadera historia de la primera esposa de Javier, los amores de Javier, la plusmarca de Salamanca, los fulas -que les entregaban las marcas comerciales patrocinadoras- que se llevaban desde Guadalajara-España -donde tenian el cuartel general los componentes del equipo cubano de atletismo-, las macrofiestas para gastar esos fulas y no entregárselos a los Castro, la historia de aquel bonito Mercedes que ganó en Alemania y tardó tres años en llegar a Cuba, y el día de que se lo entregaran se estampó y lo dejó siniestro total...
La pila de botes de cerveza alcanzaba el metro de altura cuando terminó el encuentro de Sotomayor, Palmiche, Diego y el gordo.
Eran aún los buenos tiempos de Sotomayor.
Tropicana, La Habana, Cuba
Palmiche le hizo un favor a Reina Colorada comprando para ella unas entradas para disfrutar de un concierto con su "pincho" amigo de alcoba y esta le correspondió invitándole a él, a su "pincho" y a la amiga de Palmiche a una función especial en Tropicana. Palmiche, cliente de su abogada en Cuba Reina Colorada, era a todos los efectos el que invitaba a todo aunque la que pagaba era Reina a la que le salía el dinero hasta por las orejas. Pero esta circunstancia no la podía saber el "pincho" que era un alto cargo en el partido comunista de La Habana.Lo cierto es que para estar en periodo especial el menú de Tropicana era extraordinario. destacaba una langosta enorme por barba, etc, etc, etc y además una botella de Habana Club 8 años por cabeza además de hatueys sin límite. Y lo curioso es que las botellas acababan vacías...
La Cuba que nunca dejó de ser capitalista
No es nada fácil, siendo cubano, vivir como un capitalista en un país comunista como la Cuba de Fidel. Pero siendo "pincho" tenías bula. Sin ser pincho te la jugabas a no ser que tuvieses tus buenas razones y tus buenos amigos pinchos y guardaespaldas que cuidasen hasta de tus entretelas.
Reina Colorada por ejemplo era abogada en ejercicio de cubanos y sobre todo de extranjeros. Disfrutaba de cinco pisazos en la zona noble de La Habana donde siempre había luz, agua, electricidad...
Disfrutaba de tanto dinero que necesitaba gastarlo, eso sí, sin aparentar.
Repartiendo las muchachas por toda La Habana al cerrar las disco.
Otra de las costumbres más repetidas por turistas de cualquier nacionalidad es llevar de vuelta a casa en su tur rentado o mediante chofer de alquiler a las muchachas con las que se ha compartido charla, baile y tragos en las discotecas.
Música chunda-chunda que emborracha.
Cuando vuelves de tus primeros viajes a la Isla grande del caribe y también a otras islas y paises del entorno, la música te acompaña durante unos días más a los del viaje de vacaciones o trabajo. La música -para los que no estamos acostumbrados a ese soniquete diario y machacador- te emborracha. Este borrachera musical te dura tiempo tras el viaje. Tu cerebro se recrea recordándotelo noche y día.
Tarros, comida desayuno y cena
(continuación...)
continuará....
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