Boda por apuesta




 Palmiche era muy amigo de sus amigos, todos colegas de barra de bar; le daba lo mismo que fuesen barras de bar de alto standing o de barra de bar de barrio bajo, mientras corriese el vino y los cubatas todo marchaba sobre ruedas. Una de esas tarde-noches de borrachera un amigo se apostó unos cubatas con Palmiche a que no le conseguía una esposa en Cuba. Chocaron la mano cerrando el trato de los cubatas y Palmiche se puso manos a la obra. Se lo tomó como un trabajo más que como un favor o un reto personal. No tardó mucho en montar la boda. 

La novia era una pinareña, amiga de una de sus amigas y loca por viajar a España para casarse; una vez casada el resto vendría de corrido. Por cierto, la novia como es de imaginar había sido previamente testada por Palmiche cosa que el amigo podía suponer pero que Palmiche como buen caballero no iba a reconocer. Imagínate que por una de esas casualidades Palmiche recomendase a su amigo una esposa inexperta, estrecha, maleducada, fea o vete a saber que... Palmiche ganó los cubatas y se las ingenió con la estrecha colaboración de la novia -que tenía más interés que ninguno para que la boda no se demorase mucho.

Una casualidad ayudó a que Palmiche ganase la apuesta. Por esas fechas estaban muy de moda las becas  de post-grado para para lo universitario cubanos en universidades españolas. El negocio se montó en cuatro días engrasando debidamente a los funcionarios de Cuba. A veces eran suficientes unas botellas de Habana Club o una jabita de Hatuey. Total que la novia viajó de La Habana a Madrid. Aunque la boda tardó unos meses en celebrarse pero desde el día de su llegada a el foro los novios ya disfrutaban del matrimonio. La novia, en edad ideal para ser madre, quedó preñada sobre la marcha para asegurar el negocio. El negocio salió redondo y todos contentos. Afortunadamente el retoño fue moreno como el padre con lo que las posibles sombras de sospechas malsanas se fueron disipando, la gente habla mucho. Habría que esperar unos años para saber un poco más del retoño: el padre era bajito y gordote y Palmiche era buen mozo y flaco. Pero esto no lo pudieron ver los amigos de Palmiche que de tarde en tarde, ya borrachos como todos los días le recordaban sus andanzas por La Habana y también por Madrid. Si no se lo recordaban los amigos era el mismo palmiche el que sacaba el tema para no estar callados y pensativos. Ni que decir tiene que la novia, a pesar del seguro de vida para su matrimonio que era el retoño, ella tomaba sus precauciones por si la cosa se torcía y había que cambiar de pareja al más puro estilo cubano. Nunca se sabe lo que el destino nos va a deparar aunque los santeros te lo sirvan en bandeja por unos cuantos "fulas". Ella no era tacaña precisamente a la hora de amar por amar. El hambre y las necesidades en La Habana, periodo especial, la habían vacunado. Y no es que fuese una diosa del sexo en aquella España aún post-franquista, que solo en determinados ambientes socio culturales se practicaba el sexo por el sexo-placer, pero ella si iba ligeramente adelantada. Seguía por aquel entonces la costumbre en España de solamente sexo por amor y debidamente legalizado.



(continuará...)


continuará....






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