Excursión a María La Gorda
Tanto me habían hablado de Maria La Gorda que un fin de semana de esos que quedaban libre para disfrutar de la vida decidimos con mi amigo Fredy organizar una excursión a ver el paraíso del buceo en Cuba.
Le contamos el proyecto a El Capitán (ver X) y rápidamente se ofreció a hacernos de guía turístico ya que él había sido director médico-veterinario en toda aquella zona y lo conocía bien.
Recogimos a El Capitán en Pinar del Rio y tras un buen café y un trago de añejo salimos para María la Gorda. El trayecto era pesadito por las malas carreteras de la zona que en algunos tramos parecían recién bombardeadas pero la verdad es que yo no me fijaba en la carretera. Tenía toda mi atención puesta en el personaje, El Capitán. Este para que el viaje se nos hiciese más llevadero e inolvidable comenzó a contarnos "tras de aquellas lomas...". Y continuaba "cuando terminó la guerra contra las tropas de Batista, tras de aquellas lomas estaba la principal cárcel de la zona. Allí íbamos todos los días a realizar inspecciones sanitarias. El principal problema no eran los 20 o 30 muertos que había a diario, principalmente por el hambre. El principal problema es que cada día había que encerrar a 50 o 100 rebeldes guajiros más y allí no había sitio. Solución fusilábamos a 30 o 40 y hacíamos sitio para los nuevos..."
A mi se me ponía la carne de gallina y me entraban ganas de vomitar el café y el añejo que acabábamos de tomar en su casa.
El Capitán era muy dado a la exageración y al exhibicionismo personal pero con todo, algo había de verdad en sus relatos de lo que él había vivido en primera persona y mis ansias de saber más me reprimían los vómitos.
Y de repente casi sin darnos cuenta nos encontramos de frente con el mar de la siguiente imagen
La orilla del mar era como un un inmenso cementerio de caracolas gigantes y conchas marinas de todos los tamaños, calcinadas por el sol caribeño y la brisa marina. El entorno natural en la zona es como una selva virgen. Imagino que este lugar es poco visitado por carretera y esta circunstancia le permite conservar ese encanto tan especial y a la vez tan triste. Triste por esos millones de conchas y caracolas calcinadas.
Al fin llegamos a la zona turística de María La Gorda y rápidamente salimos a hacer un rato de "snorkel"
María la Gorda
para disfrutar de las maravillosas vistas que a pocos metros de la playa. Peces de infinidad de colores y hasta alguna langosta que otra en las zonas donde había algún coral. Todo esto antes de disfrutar de una buena comida en la que no podían faltar las langostas. Un poco de reposo y de nuevo al agua a disfrutar de aquellos peces tan bellos. Hasta que fue bajando el sol y partimos para Pinar del Río donde pernoctamos para volver a La Habana al día siguiente.
De vuelta para Pinar del Río nos encontramos con 3 controles de policía que nos registró el tur de arriba a abajo. Y ya me dejó de parecer la excursión tan bonita como había sido hasta el momento.
Mientras nos hacían los minuciosos registros El Capitán se enrollaba con la policía militar de Fidel Castro. Yo pensaba que estaban buscando algo realmente serio. "Registros rutinarios decía El Capitán, mientras les mostraba su arma reglamentaria a los policías".
Cuando llegamos a cenar a la casa de El Capitán este sacó del bolso de su zamarra militar unos ceniceros de plata del restaurante de María la Gorda y su comentario "con lo que nos cobraron por la comida deberíamos de habernos traído toda la cubertería, ladrones"... Eramos los únicos turistas que habíamos comido en María la Gorda aquel día. No eran desencaminados los registro de la policía. Pero a El Capitán no se acercaron, ¡cualquiera se arriesgaba con él y su curriculum en la zona!.
Hijo de su madre lo mal que nos lo hizo pasar, y él descojonándose...
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